sábado, 25 de agosto de 2012

A quienes no quieren dejar de juzgarme y otro poco para quienes no quieren dejar de quererme.

Últimamente he sopesado mucho la idea de dejar de ser quien soy. No es que el fatalismo haya tocado a mi ventana [otra vez], pero no sé si sería mejor convertirme en una señorita, en una persona racional, centrada, hasta cierto punto, tímida. Quieta, sería. No ser una tormenta, que no ocurran las carcajadas si no hasta el momento más íntimo, y tal vez, dejar de beber en la misma proporción inconmensurable con la que lloro. Tal vez, esas tertulias con amigos llenas de humo de cigarro y risas deban de volverse soledad y deba renunciar al amor porque él no es perfecto. He pensado en comenzar a usar faldas largas y no adornarme con maquillaje o tatuajes de henna o alguno que otro piercing. Ha cabido en mi mente la consideración de tirar todos mis libros de Poe y Hans Crhistian Andersen y comenzar a leer Carlos Cuauhtémoc Sánchez o algo más 'normal'. Tal vez si no odiara tanto ese adjetivo.
Igual y renuncio al placer de un beso por la paz religiosa que me ofrecería el celibato.
Tal vez mi lenguaje coloquial y mundano deba volverse propio y rimbombante porque -porsupuesto- a la sociedad de hoy en día lo que le importa es calificarte como una puta, o una nada.

Pero simplemente no. No me apetece dejar de gritarle al oido que lo amo con locura, no se me antoja rechazar una copa hasta no verme en cama cirrótica o algo peor. Alguna vez leí que los cigarros son como besos que le das al aire...besos que no te dí a tí, que te marchaste muy lejos para nunca más volver,  y quizá con eso te hago saber que sigues tan presente en mi como el día en el que le tuve que rogar a Dios que me quitara el alma o me iba a morir de pena. Gracias por haber sido quien fuiste...
De algo que no sería capaz nunca es de abandonar mis libros, de dejar de conocer el mundo a través de páginas entintadas que llevan en ellas el hastío de un sentimiento que alguien plasmó como plasmo yo hoy éstas palabras.
No me pidan que deje de reír porque a mi me importa un bledo si basan su respeto en mi recato.

Y esa gente que me ama ya leyó desde hace tiempo éste preludio que acabo de escribir para comenzar un libro que soy yo, recuerden siempre estar despiertos, alertas, porque alguien esta aburrido, harto, alguien tiene ansias de devorar todas las letras que constituyen ustedes. Algún lector desesperado un día nos elegirá entre tantos libros que andamos por ahí, y comenzará a escribir la continuación de nuestra historia.

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