miércoles, 6 de enero de 2016

Crónica de una noche de invierno

La verdad yo tenía un chingo de no expectativa. Pensaba “¿qué pedo?”, “¿qué estoy haciendo”. Sobre todo porque era la primera cita que tenía no solo aquí en Europa, si no en muchísimos meses atrás. Y las primeras citas son una mamada. Alejándonos de los ya deporsí riesgos ridículos como terminar en un pozo al estilo de The Silence of the Lambs, una cita puede salir completamente mal cuando los silencios se hacen tremendos, cuando te comienza a dar sueño, cuando no ves la hora de sacar el celular y darte cuenta que apenas ha pasado un minuto. Esa cita interminable en la que lo único que haces es recordar porque el contacto humano no es lo tuyo.
Pero ésta no fue una cita de ese tipo. Es más, fue más del tipo de los fuegos artificiales, de la comodidad, de sentir que estás hablando con alguien que ya conocías desde hace muchos, muchos años. De aquellas en las que te ríes de verdad y con ganas. Y quiero separar tremendamente el porque lo escribo, porque no soy la intensa que escribe acerca de cada una de sus citas, pero si escribo acerca de mis nuevas experiencias, para escarbarlas, para escudriñarlas, para vaciarlas y verlas de lejos, y aprender de ellas después. Porque estoy muy segura que la probabilidad de volvernos a ver es muy nula pero la planto aquí, como un cactus, sin regarla, sin florecerla. Nada más para enterrarla en los recuerdos.

Nos quedamos de ver en Piazza del Popolo. Y lo que sabía de ti eran dos cosas: tu nombre y que trabajas en la Marina Militar. Aparte de todo, otra de las cosas que me frenaba (y mis miedos, y mis miedos, y mis miedos) era que una vez más me enfrentaba al reto de hablar como una imbécil y probar que tanto había aprendido italiano. En fin, llegaste, llegué, llegamos. “Ya valiste verga”, pensé cuando lo vi. Era demasiado guapo. Mucho más que en foto. Aparte, la insistencia era intermitente y eso me hacía pensar que hablábamos de un subnormal incapaz de relacionarse con otros, pero, oh hell, no. Me preguntó si ya había visto la Fontana de Trevi abierta, y pues no. Para llegar allá, teníamos que atravesar la Vía del Corso con sus chingos de tiendas, y de gente, y de voces. Y hablábamos, de lo trivial pero no tanto, porque la conversación fluía. Porque cuando tocas cada tema humanamente posible, que si la música, que si el clima, las cosas se están yendo a la mierda. Y aquí de repente reíamos y yo te contaba lo que estaba haciendo aquí, que mis vacaciones del año pasado, que mi familia, que esto, que lo otro. Y llegamos, y fue muy pendejo como luchamos por un lugar para tomar una foto, y me la hiciste tu con tu teléfono y eso fue bonito, no sé porque. Y entonces te cuento que mi lugar favorito es Piazza Navona y me dices que esta cerquita y cerquita me lo dices y andiamo. Y ya estamos ahí y me aconsejas venir el 8 de diciembre porque hay un casino tremendo que no me puedo perder. Y me cuentas de tu trabajo, y de tus aspiraciones, y de tu ingeniería y que interesante persona. Y me preguntas a donde quiero ir, y como no sé de que se trata aún la ciudad, me llevas a Campo de Fiori, y me cuentas la historia del poeta en medio de la plaza, y me enseñas en que lugares se festeja bien cuando hay qué. Y me pones a elegir un lugar para hacer el antipasto, y una vez más mi cerebro se me cae de la puta cabeza y tu nos guías, y nos sentamos. Y haces una maniobra muy hija de puta porque te sacas las placas de militar para enseñarme tu tipo de sangre y eso no se le hace a nadie.
Y me cuentas de tu habitación en Roma, y del Vaticano y de cuantas veces lo has visto, y bebemos vino y comemos pizza, y hablamos de tus padres y de los míos. Y como esto no se quiere acabar y nosotros no lo vamos a obligar, hacemos una transición. Y pides la cuenta, y la agarro y me la arrebatas, y me dices que en Sicilia la cuenta no se divide, y yo sonrío y seguimos riendo, hablamos de mi roomie y de que en mi departamento se muere de frío porque a ella le gusta ahorrar, y resulta que son paisanos y me dices convencido que tienes que hablar con ella para hacerla entrar en razón. Y me llevas a un pub y en mi cabeza me sigue dando mucha risa como pronuncian aquí esa palabra, pero también la cerveza y el vino están haciendo estragos o no sé porque te ves más guapo que al inicio. Sobre todo cuando ríes. Y me convenzo de que sí, me gustan los hombres con barba. Y bebemos y nos sorprendemos porque de repente ya estamos tomados de la mano. Y no sé que se volvió tan divertido pero no podemos parar de reír, y luego de la manera más cagada descubrimos que hacemos la misma rutina de ejercicio y eso nos hace reír el doble. Y cuando salimos de ahí, un padre se acerca a mi y resulta que también es mexicano y me pregunta que si quiero que ore por alguien especial, lo puedo anotar en un papel, clavarlo en la cruz y esperar la plegaria, y anoto a mis padres y mis hermanos, y los clavo y tu no entendiste nada porque hablamos en español y ahora sabes lo que se siente, así que te explico mientras caminamos al metro porque ya es tarde.
Me ofreces tu chamarra porque estoy temblando como una idiota pero con éstos 7º que se sienten como 2º, no estoy dispuesta a hacerte pasar frío, así que me ofreces un abrazo y eso no se puede rechazar, y caminamos abrazados por las calles más bonitas de Roma, y cuando llegamos al metro es muy cagado porque no combina con el momento tan bonito. Y te plantas escalones más abajo que yo con es manía impresionante y milenaria de ustedes los italianos de ser unos coquetos incorregibles, y nace un
b e s o.
Así. Lento y sin forzar nada. Solo unos labios que ya no querían hablar y decidieron hacer algo mejor.


3 comentarios:

  1. Hace tiempo leía eso de las "neuronas espejo" que nos gusta ver y leer cosas porque de alguna manera nos hace sentir empatía con las personas, que por ello nos gusta saber sobre la vida de los demás, porque de alguna manera extraña creemos que eso que están viviendo las Kardashian por ejemplo, podría pasarnos a nosotros. Algo así, no recuerdo bien.
    Me gusta leer tus anécdotas porque me imagino que en un futuro no muy lejano también me podría pasar a mi y que quisiera compartirlo con alguien que lo sintiera como suyo you know? No sé, pero me hiciste sonreír bonito.
    Qué buena onda que te pasen cosas padres, el marinero es chido, tú eres chida, Italia es chida.
    ((:

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y sicierto, para ser honesta cuando escribo, por ejemplo esto, lo escribo para mi, porque me pone toda loca no sacar de mi mente lo que estoy pensando y además porque mi memoria es pésima y de hecho cuando lo releí ya no me acordaba de algunas cosas. Después, es bonito como dices, que una o dos personas tengan esa capacidad para querer entender lo que quieres decir, y que no les valga pito. Gracias por ser una de ellas, y también gracias por tus buenas vibras que siempre me das.

      Eliminar
  2. UY! QUÉ NENA! TIENES QUE APROBAR LOS COMENTARIOS ANTES DE SER VISIBLES UY!

    ResponderEliminar

Say it