domingo, 23 de agosto de 2015

K.I.D.S.

¿Hace cuánto que no te enamorabas como un niño?. Porque enamorarse como adulto, con un inicio normal, una mirada normal, una chispa normal, un seguimiento que corre y corre hasta terminar en un solo corazón normal, es algo muy de adultos. Muy de madurez, de respeto, de besos a la luz y a la oscuridad, y tú y yo no tenemos eso. A ti y a mi nos pasó lo que a los niños. Que se enamoran y no quieren, que nos aferramos y lloramos en las faldas de mamá para que todos alrededor dejen de molestarte por querer. Escribo de esos amores que nos hacen convulsionar y perder todo raciocinio. Que te llevan al límite de cada emoción, buena o mala. Que pueden ser mucha pasión, pero sin concupiscencia. La mera acción de orillar todo a donde tenga que llegar. Un amor en el que una mirada, unas manos en tu espalda, o unos labios en tu frente puede despertar más sentimientos que miles de sábanas y piernas enredadas en la madrugada. Pero no hagamos menos el acto tan maravilloso de dormir, porque en un amor de niños, para nosotros significó todo. El respirar el hombro del otro, el depositar besos a cada suspiro dormitante, el apretón de nalgas al despertar que podía ser algo tan cómplice como mi sonrisa medio dormida. Sonrisa que me cuidaste tantas veces, como cuando no podía dormir y velaste el sueño toda la noche, como cuando en la oscuridad, nos entraban miedos de niños, a lo desconocido, a lo que no sabíamos que podía pasar. Al futuro. Y nos teníamos el uno al otro y a tus manitas en mi cintura y a esa costumbre que tan clavada se quedó en mi de escucharte roncar en mi ombligo. Y es lo que amo del amor de niños. Que no se basa en actos si no en los meros detalles. Y lo nuestro tuvo y tiene detalles indelebles que cuando nos sentíamos perdidos, hundidos, destruidos y pequeños, nos guiaron hasta el otro, para encontrarnos una noche hablando seis horas seguidas de nuestro pasado, riéndonos como lo que nos convirtió esto: niños. Burlándonos de la vida, del ayer, de todo lo que habíamos caminado para llegar a hoy. Me devuelvo y regreso a las noches en las que nos hacíamos cosquillas y nos mordíamos los pies y éramos tan felices que hubiéramos podido desaparecer en ese momento y no debernos nada el uno al otro. O más atrás, cuando el verano encendió todo y hacía tanto calor que nos obligamos a ir afuera y fumamos mucho y entre todo el humo nos confesamos nuestros peores miedos, y hablamos de Dios y de la muerte, y terminamos abrazados diciéndonos que nos gustaba al uno del otro. Y al pensar en todo eso mientras golpeamos la pared, hoy, lejos, distantes, quebrados, me viene a la mente nuestra conversación mas reciente, y me siento tan satisfecha de haberte conocido, de haberte querido como una niña de cinco años y haber sacado al niño que hay en ti, porque jugar con la piel del otro es algo bien de adultos, pero lo que nosotros tuvimos fue pueril, infantil, fue un imán y son de esas cosas que te pasan solo una vez en la vida, desgraciadamente si somos adultos. Los polos de nosotros que maduraron, se dañaron. Se desnudaron y se hicieron pedazos, y todas las promesas que nos habíamos hecho hasta hoy, se derritieron y se fundieron de nuevo en una sola: espérame sin esperarme. Quizá un dia te sorprendas queriendo de nuevo como un niño, y si somos las personas más suertudas de este mundo, quizá nos vuelvan a poseer a nosotros esas almas inocentes que comían una pizza de una sentada, que veían películas animadas hasta la madrugada, que se leían historietas durante horas. Y prométeme no traicionar esto. Porque no eres mío y yo no soy tuya, nunca lo fuimos, pero ahora más que nunca somos libres porque a gente como tu y como yo, que nos pasa algo como esto, no nos viene todo de a gratis. Se nos apareció el gigante de las circunstancias y nos aplastó, nos impide estar juntos pero a la vez nos lame las heridas y nos promete que viene algo mejor. Y en esa espera, de saber si eso eres tú, o eso soy yo, te puedes extender como las nubes o la hiedra, o fluir como el agua y enredarte en otros brazos, y caer en otros mares. Disfrútalo. Sé un hombre mientras el reloj corre y corre. Y cuando nos alcance, espero que se detenga y comience a girar hacia atrás. 

Y nos vuelva niños otra vez. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Say it