sábado, 7 de marzo de 2015

Hacer el amor edición 2015.

Desde las entrañas de tu erotismo, de tu sensualidad, de tu mamá diciéndote que las bragas con encaje son para niñas muy malas, desde adentro de tu vientre calentándose y queriendo sentirse lleno, pregúntate lo que te da miedo. Explora esa sensación de el cambio de sabor de la saliva en medio de un beso de niños grandes en el que decides en microsegundos si levantarte e irte y fumar muchos cigarros o quedarte y llevar sus manos a lugares con poros que envían señales, y las señales regresan, y los poros se abren y liberan sustancias que huelen tan bien que el beso ya no es beso y son solo lenguas peleando para ver quien tiene más ganas de sentirse menos solo. Y la saliva moja todo y sabe a miel y a que cuando la engulles hay más calor en tu garganta que un buen mezcal y todos los alientos a tequilas no causarían el mareo que de pronto te posee, y no solo el mareo, sus dedos y huellas y un juego de caderas que chocan con el piso, o la pared, o la cama y todavía hay vuelta atrás. Pero no quieres volver, quieres quedarte a vivir en la fosa de su cuello donde tus dientes se hunden y en ese apretón de culo que casi hace explotar a los átomos de la materia de sus seres para abrir paso a una explosión que los fundirá, pero hay cosas menos importantes que una explosión atómica y aunque se sienten igual no son, y mejor te concentras en subirte al ruedo, asumiendo que el ruedo es ese cuerpo que yace, ya sin respiración pero con mucho aliento y muchos deseos de ver de una vez esos pechos que resultarán complacientes para el flujo de sangre que ya no está en los sentidos de nadie en la habitación. Y la ropa quema como el infierno y era verdad: la lencería te llevo al infierno. Y arde tanto que hay que arroparse solo con piel, niña, que hace unos años te veías preciosa nadando desnuda cuando eras pequeña y tu inocencia no se había ido en estereotipos de belleza que tan subjetiva, te hace verte preciosa hoy, llena pero de sudor y de sal y de las gaviotas que son tus dedos que muy rápido se deshacen de tu ropa y de la suya y empieza la caída desde la punta de una montaña que no acaba nunca. Que cada ínfima cosa fría que toque tu cuerpo se evaporará y se la tragará la nada, porque así se siente compenetrarse (y estar dentro o sentir dentro, en estos mares de placer nunca se sabe), y te subes a una rueda de la fortuna imaginaría que gira rápido, así que subes y bajas sobre alguien, o detrás, o frente a frente, donde las palabras de amor no existen, porque sobran y porque sabe más rico ver como se muerde los labios o como -en una expresión máxima de lo que es el amor- entre más dolor parece haber en las caras, más placer hay dentro, bien dentro. En los muslos de yegua y las garras de gato que se hunden en tu espalda y ya se te olvidaron todos los años de catecismo y tu comunión, y vuelves su placer tu ostia que te haría comulgar cada hora del bendito día. Ahí es donde entra la parte de ti que no conocías porque en vez de curar las almas, esta religión de gemidos y jalones de cabello orquesta a tus demonios que pellizcan y en veces se apacigüan y besas en la frente y repiten su nombre a gritos o al oído o a simples miradas que se vuelven todo. Y recuerdas que estás cayendo de una montaña, entonces de pronto el vértigo es tanto que gritas tanto y tan fuerte y no necesariamente haciendo ruido. A veces su mano te tapa la boca mientras mejor con tu cuerpo y tus contracciones le muestras como se siente caer, estrellarse, llegar, los fuegos artificiales, la mañana del 6 de enero, los escalofrios, ser salvado de ahogarte, y ser testigo de eso es otra cosa tremenda porque los rostros se modifican, se vuelven de paz y de mucha marihuana en el sistema y los ojos se vuelven diáfanos y que cosa tan bella. Las respiraciones se regularizan en medio de un charco de lágrimas que llora el cuerpo cuando hay tanta belleza de por medio, y esto que parece una porquería o un error o un pecado a menos de que seas parte de ello, después de la tormenta, cuando luego de la guerra que se acaba de librar, los cuerpos desnudos retozan y aparece un beso fortuito pillo que se asienta casi siempre en las frentes y las espaldas y las puntas de la nariz, es consumar el amor. El amor del 2015, que se parece muchísimo al sexo. 

4 comentarios:

  1. Qué hermoso. Se lleva por mucho a la trilogía de 50 sombras. Ya publica el 50 sombras de Gamesa, o algo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay Jesusito, tengo mucho miedo de no saber que parte de tu comentario es la sarcástica. Gracias Summer.

      Eliminar
  2. Muy bueno amika, ya saca las 50 sombras espolvoreadas de Gamesa

    ResponderEliminar

Say it